La
polémica que se produjo y que todavía existe en los campos
intelectuales brasileños y latinoamericanos a partir del término
"antropofagia", acuñado por el poeta, novelista y dramaturgo Oswald de
Andrade (1890-1954).
Desde
la abolición de la esclavitud en Brasil en 1888, continuas protestas, producto de la disconformidad y discriminación
social-racial-económica, dieron paso a una lucha donde se involucraron
los sectores polarizados de la sociedad en ese país.
Uno de los
objetivos de esta lucha era el control, e incluso el derecho de
divulgación y acceso a las formas de expresión cultural. El primero de
los polos de esa lucha lo conformaron las culturas autóctonas y las
afro descendentes, las cuales buscaban espacio para su expresión en un
momento de transformación de la sociedad brasileña. Del otro lado estaban aquellos que defendían las normas cultas dominantes, la lengua pública, impregnada
por la norma cortesana, que reinaba en el campo de las artes y en el
campo político; así como la elite blanca que se había formado entre
las bellas artes, el buen gusto, la visión romántica euro centrista
del orden y el progreso.
Este era el clima social, político y
cultural en el momento en que el Manifiesto Antropófago nació.
Sin embargo, el tono de burla, negativista, irónico y provocador que
tuvo el manifiesto en sus principios, fue desarrollándose hasta adquirir un tono más serio y académico. De
esta manera para los intelectuales conservadores brasileños, el
Manifiesto Antropófago se convirtió en un arma peligrosa.
Suely Rolnik, psicoanalista y
profesora de la Universidad Católica de Sao Paulo, afirma: "lo
antropofágico es propio del proceso de composición e hibridación de
fuerzas/flujos, en el cual se acaba siempre devorando las figuras de
realidad objetiva y subjetiva, engendrando otras".
Leyla
Perrone Moisés, escritora ganadora del Premio Jabuti de Literatura, dice "la antropofagia de Oswald de Andrade nos permite superar
una ansiedad, acabar con el complejo de inferioridad, (...) y con la
admiración beata de la cultura europea".
La propuesta estética que expone Oswald de Andrade en su Manifiesto Antropófago,
surge de la reivindicación de lo propio, de lo primitivo de las
culturas llamadas bárbaras, que el imperialismo, universal y culto
trató de hacer desaparecer, representa para ellos el
atraso, el vicio, el error, lo feo y la popularización
de lo vulgar. El concepto de antropofagia se opone a esta desaparición y plantea una resistencia intelectual no de forma pasiva, sino
simbólicamente agresiva, violenta, en la que se apropie, absorba, todo
aquello que representa lo ajeno, para
luego reconstruirlo con una nueva forma, una forma propia.
Michel de Montaigne, filósofo, escritor, humanista, moralista y político francés (1533-1592). En sus ensayos muestra que una de las costumbres de tipo
ritual practicadas por los aborígenes latinoamericanos, que más escandalizó a los conquistadores y posteriormente a
la sociedad europea, fue aquella donde se comían la
carne de sus enemigos, el acto antropófago literal y
propiamente dicho. Este acto de índole ritual era considerado
por el hombre europeo propio de bárbaros e incivilizados. Esta universalidad del hombre europeo responde a una visión que puede afirmarse como "sólo me interesa lo mío", todo lo contrario a lo que expone el Manifiesto antropófago, "sólo me interesa lo que no es mío".

Montaigne: "No dejo de reconocer la barbarie y el horror que supone el comerse al enemigo, mas sí me sorprende que comprendamos, veamos sus prácticas y seamos ciegos para reconocer las nuestras".
"Cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres".
Una
de las obras latinoamericanas donde se aprecia la acción de esta
estética antropofágica, es cuando Julio Cortázar se come el mito de la
muerte de Orfeo.
Oswald de Andrade propone comerse a la cultura europea, clásica, ajena y
universal, para poder así, conseguir un lenguaje propio y distinto,
entonces Julio Cortázar lo consigue yendo directamente a la fuente de
ese conocimiento europeo, clásico, ajeno y universal: los mitos griegos.
Desde
el punto de vista de la psicología hermenéutica y de las imágenes
arquetípicas, conocer los mitos de una sociedad equivale a conocer a la
sociedad misma, puesto que en los mitos se encuentran figuras o formas
universales del saber y del conocimiento humano. Las conductas
humanas pueden corresponder, aunque sea en un nivel simbólico e
inconsciente, a ciertos patrones establecidos en los mitos.


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